lunes, 5 de septiembre de 2011

Carta de un velocirraptor fascista: "Esto con la inquisición no pasaba"


Todavía no logro salir de la indignación que me provocó leer la nota “La mujer del siglo XXI” que publicó la semana pasada el Dr Antonio Di Bolazzo. Me dejó pensando... Cuántas mujeres alteradas y desequilibradas andando libres por ahí, no? Todo culpa de Maitena y la loca de mierda ésa que sale en MTV, habría que exiliarlas del continente o ponerlas a conducir un programa de cocina por cable.

Cada día más liberales y transgresoras están. Ya bastante se les dio una mano para permitirles votar. No conformes las desgraciadas -típico del género- se agarran del codo y se atreven a ser presidentas de la Nación o hasta trabajan de panelistas en canales como TyC Sports. No aprenden más estas mocosas insolentes.

Ésto con la sagrada Inquisición no pasaba, a la que se le ocurría hacerse la histérica, iba derechito y sin chistar a la hoguera. Estamos en un siglo de montoneros feministas que llenan de derechos humanos a las mujeres y ya no podemos ni prenderlas fuego, ¡el colmo!

¿Qué carajo está pasando? ¿Acaso ésto es un viva la pepa y el membrillo? Hay que hacer algo urgente porque si seguimos fomentando tanto libertinaje, en unos años el país termina de irse a la mierda.

Gasté demasiada pólvora en desaparecer chimangas subversivas que se atrevían a luchar por obtener más privilegios. A esta altura de mi vida ya no me sirve de nada renegar ni hacerme mala sangre. Mejor opto por ignorarlas, dejarlas que se junten entre ellas a mirar Glee en complicidad y comentar los consejos berretas que leen en la Cosmo como "untarse mermelada de tomate en la entrepierna para ser una femme fatal"

Ahora bien, si realmente queremos lograr que se extingan de una buena vez, hay que unir fuerzas muchachos. Los hombres deberían empezar a fijarse más en los velocirraptors. Nosotros sí que sabemos de relaciones de pareja y repudiamos todo tipo de comportamiento histérico.

Confieso que yo antes era una mina, pero un día tomé la decisión de dejar de depilarme las piernas y renuncié a mi puesto de maestra jardinera. Desde que me convertí en un velocirraptor, mi vida ha dado un giro no-negativo de 180º: ahora me dedico a apalear arena en el puerto, puedo comer bizcochos de grasa sin engordar y ya no sufro la bipolaridad y los jirones de ciruela que dejan ésos sangrientos días de mierda.

Espero que no se vuelvan a repetir artículos tan feministas y modernos como ése porque volveré a expresar mi descontento. Hasta la próxima entrada.

Velocirraptor Eduardo, trabajador portuario, reparador de nubes voladoras y bloggero.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Consejos de un hongo para ahogar penas de amor.

Hoy me voy a dedicar a compartir con ustedes algunos tips, que si bien son falibles y bastante inútiles, pueden imprimirlos y meterlos en una bolsa de consorcio junto con todas las penas de amor que tengan dando vueltas por ahí. Le hacen un nudo bien fuerte y tiran el paquete al río, a ver si de una vez y para siempre logran ahogar cada una de esas penas, dignas hijas de un camión lleno de putas protestando por el cierre del rubro 59.
Antes de intentar deshacerse de ellas, no se olviden de meter algunas piedras de relleno haciendo peso, así se aseguran que se hundan bien hundidas, porque las muy cerdas desgraciadas aprendieron a nadar y ya sobrevivieron al Titanic, se escaparon de la balsa que construyeron "Los Gatos" para irse a naufragar y sacaron medalla de bronce en estilo mariposa y pechito.

Para no embarrar mi discurso con indeseables manchas de subjetividad, tomé la decisión de bañarme en Trenet Ch Ch y adoptar la forma de un hongo. Pero no piensen que voy a convertirme en cualquier champiñón chiruso y mediocre que ande boyando por el jardín. No zeñoda, yo quiero ser el simpático y famoso hongo de sombrero colorado con pintitas blancas que forma parte de la escenografía de varios videojuegos y dibujos animados. Ése mismo honguito con varicela que alguna vez fue el cálido hogar de Cocomiel y el ingrediente principal de la dieta de Mario Bross.

Una vez abandonada mi condición de Homo Sapiens Sapiens, voy poder opinar sin tótems ni tabúes sobre las angustias amorosas que afectan a los hombres y mujeres de la Tierra y sus planetas vecinos. Así que de ahora en adelante, van a seguir leyendo el texto imaginando a su autora ya no como una dulce muchacha ojos de papel y corazón de tiza, si no que van idealizarla como a una joven honga, mejor conocida por todos los aldeanos del Reino Fungi como “Leidi Mushroom Red Cap”

En cuestiones del corazón y del instestino delgado el ser humano es tan vulnerable como el campo: víctima de los imbatibles caprichos climáticos de la Tía Naturaleza. El desdichado sujeto, atraviesa épocas de escalofriantes sequías en las que no le dice “buen día” ni la vecina que sale a las 7 de la madrugada a baldear la vereda. Pero también otras veces pasa por períodos de caudalosas lluvias y tempestades en los que se le junta el ganado, el rebaño, la jauría o el cardumen, dependiendo la variedad de criaturas que consuma. Los mencionados momentos de abundancia son complicados de arriar pero dentro de todo son gratos y seductores, es preferible que sobren reses y no que falten. Porque cuando la escasez se asoma con su hocico peludo, llegan esas rachas en las que la bandeja de mensajes del celular sufre de humedad y el último sms recibido data de una semana de antigüedad, emitido por el Señor de Personal quien avisa que la factura se vence en los próximos días y en caso de no regularizar el pago, se va a proceder a la suspensión del servicio. Aunque no estaría de más autoconvencerse de que el aparato no suena porque tiene cortada la línea y no por el hecho de que seas un pelagatos fracasado cuyo paradero sólo le importa a un stalker de morosos incobrables.

Bueno para estas etapas de miseria afectiva no hay herida en el corazón que un Milka mousse de avellanas o un Cadbury con almendras no puedan sanar. Lástima que Cupido es un obrero a diestra y siniestra que no conoce de domingos, osvaldos ni feriados. La mayoría de las veces, su indigente puntería nos deprime en desubicadas horas de la noche o días no hábiles en los que encontramos cerrado hasta al agujero de la capa de ozono. Increíblemente, se puede volver todo un desafío conseguir un mísero bocadito Marroc a 10 km a la redonda, a la cuadrada y a la triangular isósceles . Por eso una vez que llegues a la estación de servicio más cercana, ésa que por abrir los 366 días del año bisiesto te cobra $4,50 un bonobon y 75 centavos el bazooka, procurá darle el día franco a los cocodrilos de tu bolsillo así te dejan malgastar dinero en paz. ¡Ojo! Esta opción no es válida para agarrados, sogas, lauchas, cicateros o lamebotas de Gazoo, el enano de los Picapiedras que promulga leyes económicas del ahorro y así le fue en el 2001 “el que depositó rocodólares recibirá rocodólares”.

Acá la misión es arrebatarle los Sarmientos y los Rocas a la alcancía de chanchito fascista que los protege y hacer patria con todos esos billetes, invirtiéndolos en una bolsa bien grande y surtida de chocolates, no ratonees: en cuestiones del amor, todo lo que sirva para sanar los zarpazos que ése maldito gato te dejó en el corazón, nunca está de más.

Ahora me tengo que ir, pero si logro sobrevivir a los fungicidas y Raids que los fumigadores me ponen en el camino, en otra oportunidad seguiré brindándoles tips para que puedan sofocar las angustias, penas, penes y ponies que vienen acompañando al jinete del amor.

Hasta otra, Leidi* Mushroom Red Cap.